Sobre estas y otras cuestiones han repensado un grupo de personas a raíz de un taller organizado en el año 2022 desde la Fundación de los Comunes: «Policías vs Política. De la politización de lo social a unas políticas de confianza». Se debatía en torno a la idea de cómo se ha extendido lo policial en términos de vigilancia y control en nuestras vidas. Y sobre cómo es necesario contrarrestar vigilando a esos cuerpos de represión del Estado para evitar acabar desahuciadas, por ejemplo, o que tengamos recursos suficientes para vivir dignamente. En la sesión de cierre de ese curso surgía una asamblea de evaluación donde salieron experiencias individuales y comunitarias, que ponían sobre la pista de recuperar algunos saberes para hacerse cargo de conflictos sociales de determinada envergadura cotidiana, por ejemplo: escuchar gritos en la casa de al lado, alguien que sufra una crisis nerviosa en el espacio público, o hurtos de carácter menor.
Se veía claramente la necesidad de pensar en otros recursos para abordar socialmente conflictos, poniendo estas herramientas en común para crear otras dinámicas y otros marcos alternativos. Se está produciendo una militarización de los cuerpos policiales, una proliferación de armas no letales que se usan contra la población y una extensión del papel de la policía en cada vez más ámbitos sociales (como por ejemplo, en los centros educativos) que se trata de justificar alegando un aumento de la inseguridad social. Se han estudiado experiencias de autogestión de la seguridad en México (en Acapatzingo y en los municipios zapatistas), en las comunas de Rojava, de despolicialización y desfinanciación en Estados Unidos gracias a las luchas del movimiento Black Lives Matter y de los Sioux en la reserva indígena de Standing Rock. También, más cerca, experiencias como la de AAMAS, de protección y acompañamiento frente a violencias machistas, y «A l’aguait», de explotación de otras formas de pensar y hacer la seguridad, en Manresa. Y esos ejemplos tanto de otras latitudes como cercanos pueden servir como bases para explorar los caminos de una justicia como acuerdo y no desde el punitivismo del marco capitalista.
Se tiene la sensación de haber perdido estos saberes colectivos, nos movemos prioritariamente en unos marcos represivos, los fijados por la institución que combatimos. De estos debates sale un grupo de gente interesada conectadas por Telegram y correo electrónico, y tienen una serie de reuniones principalmente online, con integrantes de diversos orígenes como Madrid, Galiza y Euskadi. Actualmente la iniciativa SIN POLI ha realizado el pasado mes de mayo un primer taller en EKO Carabanchel enfocado a realizar un mapeo de los conocimientos que se han puesto en marcha alguna vez para resolver conflictos.
En las redes sociales han irrumpido para explicar sus intenciones y propósito, es decir, investigar colectivamente cómo nos arreglamos sin policía y apostar por sacar el poder policial de los conflictos que nos pertenecen. Una investigación militante para llevarlo a un análisis conjunto, que pueda derivar en encuentros, escritos y sobre todo, a una praxis política. Próximamente lanzarán una campaña para divulgar la iniciativa y darla a conocer mediante un vídeo explicativo, un protocolo y un texto que ayude a profundizar en las herramientas para la investigación de un mundo sin policía. Este pequeño colectivo inicial se ha vinculado al Grupo de Apoyo a Lili, mujer de Stefan Lache, vecino del barrio de Carabanchel que murió en una comisaría de policía.
En el taller que sirvió de primer encuentro de esta iniciativa se plantearon preguntas acerca de las experiencias de conflicto que se han vivido, cómo se han abordado, y cuál ha sido la resolución dada. Unas cincuenta personas participaron en el mismo y sacaron reflexiones de lo puesto en común. Se ha propuesto realizar un segundo taller para avanzar en el objetivo de continuar el análisis real y práctico, ya que en el mapeo general se han percatado de las pocas experiencias existentes siquiera en espacios autoorganizados, en los que más allá de discursos antiautoritarios, muchas veces aplicamos los marcos habituales punitivistas. Debemos comenzar por nuestros espacios activistas a crear otros paradigmas de protección, pensar la justicia sin caer en el binomio culpable-víctima, y abordar bajo otros marcos nuestros conflictos.
Reflexionar sobre el tema de las expulsiones, los vetos, las desresponsabilizaciones en las que caemos en los espacios autoorganizados, y los roles que jugamos en los conflictos, para definir unos marcos claros sobre lo que son las violencias, las agresiones, los daños y delimitarlos en los diversos contextos sociales según las opresiones y desigualdades que se están atravesando.
Al no tener estructuras comunes en las que resolver, las vías individualizadas tienen un camino recorrido bastante corto. A más comunidad menos policía, pero como no hay común hay que reinventarlo, saber cómo relacionarse colectivamente, y crear comunidad en momentos puntuales en que haya que crearla, en el espacio público cuando se están dando situaciones de conflicto.
Esa falta de marcos y nuevos paradigmas de protección, pero también de recursos, de tiempo y de energías por las urgencias de otras cuestiones, o la mencionada falta de estructuras comunitarias son, quizá, algunos camino a explorar. No recuperar figuras institucionalmente tan discutibles como las trabajadores sociales, sino investigar las prácticas para un acompañamiento conveniente, una mediación comunitaria y una solución donde los cuerpos policiales no estén presentes.