eldiario.es. Alicia Avilés Pozo.- El barrio de San Antón de Cuenca tiene unos 1.600 habitantes censados. Se encuentra “extramuros” de la ciudad, en las laderas del Cerro de la Majestad y su origen se remonta al siglo XIV, cuando se funda el Convento Hospital de San Antonio Abad. Fue ubicación tradicional de olleros, alfareros y curtidores desde la Edad Media, es decir, un barrio repleto de vida y actividades que hoy es uno de los más emblemáticos de la ciudad y que además ha sido recientemente rehabilitado. Sus vecinos y vecinas tienen su propia asociación y desde hace cuatro años cuentan también con el proyecto “De San Antón al Cielo”, que este sábado recibe el Premio a la Innovación y Buenas Prácticas Profesionales por parte del Colegio de Trabajo Social de Castilla-La Mancha.
Se trata de un proyecto coordinado por Virginia Baranda Panadero y Azahara Afán de Rivera González, dos trabajadoras sociales que lo han convertido en referente de la convivencia y la participación comunitaria, convirtiendo su itinerante 'Oficina de Derechos Sociales' en una herramienta de intervención social y acercamiento a las personas, familias y colectivos más vulnerables.
La iniciativa nació de la reivindicación de los vecinos y vecinas para promover actuaciones autogestionadas en el marco del Programa Europeo Urban de mejora del entorno y la convivencia. Posteriormente se hizo con una de las ayudas que el Gobierno de Castilla-La Mancha concede para el desarrollo de proyectos de interés general con cargo a la asignación tributaria del IRPF.
Virginia Baranda cuenta que el proyecto como tal nace en 2018 aunque por entonces ya existía una larga trayectoria de implicación con la asociación de vecinos, con años de trabajo comunitario, iniciativas locales y compromisos sociales. Pero fue hace cuatro años, con la llegada de la subvención, aunque “con fondos muy limitados”, cuando adquirió más forma para consolidar, promover y hacer más efectivos esos procesos participativos, y además crear nuevos espacios de convivencia.
Destaca uno de ellos por su carácter innovador: la 'Oficina de Derechos Sociales'. Pese a su denominación, no se trata de un espacio físico propiamente dicho, sino de un servicio de acompañamiento a personas y familias en situaciones de vulnerabilidad. Su labor fue especialmente importante durante los peores meses de la pandemia de COVID. Para combatir las consecuencias del confinamiento en cuanto a la brecha digital, esta oficina salió a la calle para atender a quienes no podían o no disponían de recursos para realizar tareas online, puesto que se cerró temporalmente el Centro Social del barrio.
“Cogimos nuestras mesas, nuestras sillas, mascarillas, protección y gel y nos plantamos en la calle para ayudar a la gente. Fue un momento de mucho sufrimiento y en ocasiones ayudábamos a realizar trámites muy en precario. Pero aquí ya teníamos antecedentes de una gran participación social, por lo que no podíamos quedarnos sin hacer nada, sin ayudar a quien más lo necesitaba y lo sigue necesitando”, detalla Virginia.
Tanto ella como Azahara son personas de referencia en el barrio, conocidas por los vecinos y vecinas y por eso el proyecto funciona de manera cercana, intentando hacer efectivo y personalizado el derecho de acceso a la información de los colectivos y personas más vulnerables. Ofrecen así asesoramiento sobre prestaciones, generando también para ello material de difusión centrado en ayudas para comedores escolares, Ingreso Mínimo Vital, libros de texto o alquiler de vivienda, que se hace llegar a todo el mundo y siempre en coordinación con los Servicios Sociales. “Nuestra intención ha sido siempre generar espacios de convivencia y participación atendiendo a las necesidades del barrio”.
La pandemia hizo que la ‘Oficina de Derechos Sociales’ adquiriera mucho más sentido y ahora sigue activa. Después, en la ciudad de Cuenca han nacido otros proyectos como el de la Asociación Socio-Cultural Grupo Cinco, una oficina ambulante que acude dos horas a cada barrio para asesorar y ayudar a realizar trámites. “Se evidenció esa necesidad y ahora es algo que funciona y que la gente pide”.
Pero el proyecto va mucho más allá. También ha ido generando diferentes espacios de creación y formación, de participación y de desarrollo personal: talleres formativos, proyectos de emprendimiento y cooperativismo y otros como “Recicleta” (movilidad urbana y reciclaje de bicicletas), o los relacionados con la mejora del entorno. Y además, siguen ampliando. Buscan espacios públicos para poder desarrollar, ampliar y visibilizar estas actividades.
Este año es el cuarto que el proyecto “De San Antón al Cielo” sigue en marcha y las relaciones con los vecinos y vecinas siguen consolidándose, mediante algunos espacios para los más pequeños, otros para mujeres, y otros de carácter creativo. Uno de sus objetivos para este año es impulsar también actividades para la gente más mayor. “Son espacios complejos porque requieren de mucho vínculo, de mucha paciencia y de indagar más en estrategias que nos ayuden a hacer frente a sus carencias en sus entornos. De hecho, no dejan de ser una excusa para conocer los problemas que tienen y generar apoyo mutuo y seguridad”.
Forma parte también de la iniciativa el boletín informativo ‘El Perchel’ -nombre con el que se llamaba antes al barrio- donde se dan a conocer las actividades que se llevan a cabo, y que también es participativo: todos los vecinos y vecinas pueden escribir y enviar fotografías. En verano realizan además el denominado ‘Perchel Garden’, con la creación de huertos urbanos.
“Dentro del desarrollo social comunitario, son labores complicadas pero también muy enriquecedoras, y además se salen de la visión estereotipada del trabajo social en la oficina, más burocratizada. Es trabajo de calle para crear relación y conocimiento. Nosotras impulsamos pero la gente decide dónde quieren estar y cuáles son sus necesidades”. En toda esta trayectoria, uno de sus apoyos más importantes ha sido el de la Facultad de Trabajo Social del Campus de Cuenca, que las ha ayudado con alumnado en prácticas y también con la visibilización y puesta en valor de su trabajo.
Este proyecto se va renovando año tras año. Las iniciativas subvencionadas con el IRPF son anuales y “De San Antón al Cielo” no cuenta con co-financiación. Por ello, deben esperar cada ejercicio desde el 31 de diciembre hasta que vuelve a salir la convocatoria en marzo. “Mientras, seguimos trabajando, tres meses sin cobrar. Tenemos mucha vocación, mucha implicación, y decidimos no parar cada 31 diciembre. No podemos hacerlo, precisamente por ese vínculo existente”.
Os dejamos aquí el vídeo realizado por los y las vecinas del barrio de San Antón en Cuenca sobre sus gentes.